Los católicos progresistas defienden, asimismo, que la clase de religión salga de la escuela pública y que se acabe con el actual sistema de financiación de la Iglesia, al tiempo que apuestan por “mantener la autonomía de la ética en una sociedad laica en todos los ámbitos propios”. Por eso, denuncian “las presiones de la jerarquía católica para imponer su moral sobre la ética pública”.